Desde el mismo instante en que se originó el fuego de Notre Dame muchos me habéis escrito con todo tipo de preguntas, pidiéndome mi opinión. Así que me he sentado frente a mi ordenador para emitir la que considero la revelación oculta del fuego de Notre Dame.
No es la primera vez que Notre Dame se convierte en el centro y en el símbolo de los acontecimientos que definen una época. Una vez más, Nuestra Señora se manifiesta mediante el fuego. A través de las acciones de mujeres y hombres, la Gran Madre envía mensajes secretos, velados u ocultos que deben ser desencriptados.
El incendio de Notre Dame en la Semana Santa cristiana no es un hecho fortuito sino todo un símbolo para la Humanidad occidental, referente de muchas culturas de la Tierra.
1. Notre Dame y la Revolución Francesa
En la Revolución Francesa, llegaron a París los Iluminati de Baviera con el objetivo de destruir la cultura cristiana y sembrar el caos y la confusión mediante las cuales, según los seguidores de Adam Weishaupt (que fundó la orden el 1 de mayo de 1776), acabarían dominando el mundo[1].
Los iluminados se aliaron con otras sociedades secretas como Le Cercle Social (El Círculo Social) también conocido como Les Amis de la Vérité. Para propagar sus ideas editaron un periódico, La Bouche de fer, cuyo principal redactor fue el francmason Nicolas de Bonneville. Estuvo en circulación entre 1790 y 1791.
En esta década Notre Dame fue desacralizada pues la idea que se propagaba era que la Humanidad sin Dios sería más libre, más fraterna, más igual. El lema se ha difundido sin cesar, pero se ha obviado la frase última. «Liberté, Égalité, Fraternité, ou la Mort». Exactamente, la muerte. Hacia ella condujeron no solo al clero, a los reyes y aristócratas sino a los campesinos que se negaron a entregar sus tierras y su libertad a la causa revolucionaria.
El caos desembocó en la era del Terreur, el Terror (1793-94), y los ríos de sangre corrieron por las calles de París con la inestimable ayuda de la guillotina.
Sin embargo, no pudieron vencer a la Señora en esta ocasión. Napoleón, sabio estratega que sabía usar a unos y a otros para alcanzar sus fines, la devolvió a la Iglesia Católica y fue proclamado Emperador en su interior.
2. La Comuna de París
Casi un siglo después, en 1871, nuevamente Notre Dame volvió a ser el centro de los conflictos sociales durante la Comuna de París. El estallido por las calles desembocó en la «Semana Sangrienta» (Semaine sanglante) y en París se contabilizaron unos 10.000 muertos. Se destrozaron e incendiaron más de 200 edificios y monumentos históricos. Durante los cinco años siguientes, París fue sometida a la ley marcial. En esta ocasión, los revolucionarios estuvieron a punto de prenderle fuego a Notre Dame, pero fracasaron.
Fuente imagen: La Vanguardia
3. Fuego en Notre Dame en la Semana Santa
Finalmente, un siglo y medio después, Notre Dame fue incendiada. El 15 de abril de 2019 los medios de comunicación de todo el mundo, así como los ciudadanos a través de sus redes, difundieron en directo el suceso impresionante.
Para mí, este acontecimiento contiene un mensaje tan profundo como espiritual. Notre Dame nos habla en plena Semana Santa. Su fuego, tan doloroso como purificador, nos cuenta, nos mira cara a cara. Nos interpela. Y es importante que escuchemos.
La Catedral ha ardido en una era confusa, extraña y, en muchos aspectos, contra natura. En el siglo XXI la humanidad está siendo vilmente atacada. Todas las tradiciones y sanas costumbres sobre las que hemos edificado las sucesivas civilizaciones son hoy el blanco de una guerra soterrada. La familia se ha convertido en el principal enemigo a abatir. Tampoco este hecho es fortuito, pues la familia es el bastión principal, la piedra angular sobre la que pivota la existencia personal. Es nuestra raíz, el Árbol de la Vida. Nos explica como individuos y nos dice de dónde venimos para ayudarnos a ir hacia donde hemos elegido.
Otra de las piedras angulares de la Humanidad ha sido Dios. Lo fue para todos y cada uno de los individuos de la familia humana desde las cavernas hasta el siglo XIX. Las corrupciones estructurales de determinados miembros del clero y el abandono de las iglesias hicieron exclamar a algunos, como Nietzsche o Marx, la muerte de Dios. Pero ¿era Dios quién moría?
Al matar a Dios no nos percatamos de que acabaríamos matándonos a nosotros mismos. Iniciamos una guerra contra nuestro brillo divino, el más oculto e interno. Atacamos nuestra alma individual y el alma colectiva acabó afectada. No entendíamos, no éramos ni somos conscientes de lo que hacíamos.
Y Notre Dame ha hablado. Los símbolos
El incendio de Notre Dame nos explica lo que hemos hecho. El edificio calcinado no es más que el reflejo, la metáfora de nuestra ruina cultural. Occidente está perdida. Los valores se han invertido. El héroe ya no es el bueno sino el rufián que se enriquece engañando a los demás.
El arquitecto Eugène Viollet-le-Duc dirigió el proyecto de restauración de Notre Dame que comenzó en 1845 y se prolongó durante un cuarto de siglo. Su intervención incorporó una aguja de 96 metros de altura, la que cayó en directo en la Semana Santa de 2019. Esa aguja dirigida hacia lo alto se derrumba justo en la década en la que la conquista del Espacio, del Cielo, marcará la geopolítica terrestre. Y el mensaje es claro: si no somos capaces de conquistar y gobernar nuestra propia alma, ¿cómo lograremos conquistar y comprender el Cielo?
El siglo XIX, el de la matanza de Dios, es el de la aguja ardiente. ¿Nos indica que el camino que iniciamos entonces no es bueno para nosotros? Si su resultado es el siglo XXI, para mí la respuesta es evidente.
¿Quién es el autor del fuego?
No sabemos qué concluirá la investigación oficial ahora en curso, pero una de las hipótesis sobre las que se trabaja expone que el fuego puede deberse a un descuido durante las obras que se estaban efectuando.
Sin embargo, el arquitecto jefe de Notre Dame durante trece años (2000-2013), B. Mouton, duda que el incendio sea un mero accidente involuntario.
Vídeo declaraciones del ex arquitecto jefe de la Catedral:
Sin duda, en el mundo en guerra en el que vivimos, donde la civilización occidental y su cultura cristiana tienen incontables enemigos, es imposible creer en lo fortuito.
No olvidemos que ya en 2017 un soldado de la organización terrorista Estado Islámico de Irak y el Levante intentó un ataque, martillo en mano, en la Catedral.
No olvidemos la actividad soterrada de la masonería internacional y de los poderes inscritos en Bilderberg, abiertamente militantes contra el cristianismo.
La revelación oculta del fuego de Notre Dame
Tras el incendio, ¿qué ha quedado? He visto la Cruz reproducida en muchos medios de comunicación, pero una imagen primordial, la más reveladora para mí, ha permanecido oculta: La Piedad.
En la base de la Cruz está la Piedad de la Madre Dios hacia una humanidad perdida, hacia una humanidad que cuanto más pierde a Dios más se pierde a sí misma. La física cuántica nos dice que habitamos en el interior de Dios. Si matamos el envase, matamos el contenido. La desconexión actual entre los seres humanos y el Amor divino es la clave de la insatisfacción suicida de la cultura de la muerte. Pero la Madre Eterna aún siente Piedad. Y este mensaje ha sido purificado y fortalecido por el fuego. Quién tenga ojos que vea. Quién tenga oídos que oiga.
La Piedad ha quedado oculta y oscurecida por el fuego y las cenizas. Pero no han logrado destruirla.