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¿Próxima Misión, Esperanza?

La representación femenina española del Club Bilderberg dimite por sorpresa

 Sólo ha enfundado la espada provisionalmente  

La dimisión de Esperanza Aguirre no sólo es sorprendente sino tan inexplicable que en su despedida ni ella misma pudo alegar una razón de peso que justificara un final así: “Me voy a dedicar no sé muy bien a qué…”, dijo emocionada y tragándose las lágrimas. Una mujer de hierro, con casi treinta años en el campo de batalla, no vende barata su espada. ¿Qué ha ocurrido entonces? Quizás si buceamos un poco en su historia hallemos datos esclarecedores.

Esperanza Aguirre es la primera mujer española que ha asistido a las reuniones del Club Bilderberg y también el único asistente español que ha confirmado este extremo a una periodista. Yo puedo garantizarlo porque fue a mí a quien se lo confesó a finales del año 2004, el mismo en el que la ex diputada recibió con todos los honores a los participantes del Congreso Mundial de la Masonería, celebrado en España, y se fotografió junto a ellos en el Senado, lo que escandalizó a más de un miembro de su partido. En mi libro El Club Bilderberg. Los amos del mundo dejo probada la estrecha relación que existe entre la masonería internacional y el polémico club.

Pero el vínculo entre la ex presidenta y esta entidad discreta, que actúa a espaldas del mundo para que éste desconozca cómo lo controla y manipula, comienza en el año 1999, cuando tuvo el ambicionado honor de ser invitada por primera vez a sus reuniones. Allí se relacionó con los titanes globales. Reyes y príncipes, propietarios de bancos y medios de comunicación, la inteligencia militar, así como los cerebros y políticos más destacados de la Tierra, pasaron a formar parte de su agenda. Aquella española de sonrisa dispuesta y probada experiencia para relacionarse con facilidad, accedió al cónclave secreto desde donde los auténticos gobernadores dirigen el mundo y debió de causar una grata impresión, pues en el caso contrario no la habrían vuelto a invitar.

Aquel final de milenio presidía el Senado y poco después, en 2003, se convirtió en la primera mujer presidenta de la Comunidad de Madrid, la más importante de España por contener la capital del estado. Pero ¿le ayudaron los bilderbergs en su ascenso hacia la gloria? Fue el diario The Economist el que afirmó: “Quien hace escala en Bilderberg ya ha llegado”. Y obviamente, Aguirre, una mujer a la que su abuelo vaticinó erróneamente “Qué pena que no hayas nacido hombre. Si hubieras sido un chico llegarías a ministro” rompió todos los esquemas al alcanzar el Olimpo.

Por ello, su dimisión es extraña y aún más en este momento en el que no le faltaban los retos que un animal político necesita para respirar. Estaba entusiasmada con el asunto de Eurovegas; se la veía dispuesta a dejarse la piel para que fumar en las futuras macroinstalaciones lúdicas no constituyera un delito. Se intuía un combate emocionante. Es del todo impropio de ella que deje cuestiones a medio terminar, como su legislatura.

¿Qué quiso decir cuando el día de su dimisión esgrimió que “en política no se puede agradar a todos”? La cruzada que mantenía desde tiempo atrás con Mariano Rajoy era sangrienta. Se mostró abierta y públicamente en desacuerdo con sus medidas contra la crisis. No pudo soportar que éste aprobara una subida de impuestos y no se mordió la lengua. Y sin embargo, ¿nuestro presidente tiene el suficiente poder para quitarle la espada a una mujer que arrasa en las urnas?

La independencia y libertad de Aguirre se pagan caras en un país sometido al arbitrio de una comisión europea dirigida en la sombra por los mismos creadores de la crisis económica. ¿Quién eres tú, Esperanza, para alzar la voz en un mundo al que casi hemos convencido de que la esperanza no existe? ¡Que le corten la cabeza!, exclamaron dando puñetazos sobre los despachos de diseño los soberbios bilderbergs.

Acto seguido, la habrían llamado a capítulo, explicándole que su misión estaría finalizada y que en el caso de que continuara siendo un obstáculo, la acometida sería tan demoledora que no iba a quedar de ella ni la espada. “He llegado a la conclusión de que es el momento adecuado para retirarme. Esto no tiene vuelta atrás, es cruzar el Rubicón”, ha sentenciado la dama.

Insurrecta, rebelde, acostumbrada a la guerra, Esperanza tuvo que enfundar el metal. Su guerra había acabado, pues de continuar no sería más que un Quijote batallando contra gigantes.

Pero, ¿es este el final de una leona política? En 1999, la presencia de Aguirre en Bilderberg generó un murmullo discreto entre sus asistentes. ¿El núcleo duro del club la proyectaba para convertirla en la primera mujer presidenta del gobierno español? En 1991 William J. Clinton asistió a la reunión anual y sólo un año después  fue investido presidente de los EEUU. A Rodrigo Rato sus amigos de Bilderberg lo lanzaron al cargo de director gerente del Fondo Monetario Internacional y a Javier Solana, a la secretaría general de la OTAN. Barack Obama, George Bush, Anthony Blair o Kofi Annan son otras designaciones claves del club. Dos años antes que Aguirre, asistió a la cita Hillary Clinton, convirtiéndose en la primera mujer en hacerlo. Ahora es vicepresidenta de EEUU, pero su trofeo de guerra tardó muchos años en llegar.

¿Sus antiguos amigos del club recompensarán a Aguirre por tantos años de lucha? ¿Será algún día la primera presidenta del Gobierno? La mujer más relevante de la política española desde la Transición, manifestó en su despedida: “No abandono la política, voy a pasar a segunda fila”. Y en el gran teatro de Bilderberg, donde se ha creado el mundo actual, la primera fila no es la mejor. Sólo desde el fondo de las gradas, donde la oscuridad envuelve en sombras a los constructores del teatro, puede apreciarse la obra completa.

Noviembre de 2004. Esperanza Aguirre me confirma su asistencia al Club Bilderberg

Una periodista no tiene siempre la oportunidad de entrevistar a la persona que necesita en el momento preciso. Esta profesión que elegí es sumamente complicada, como pueden suponer. Por ese motivo hay que mantenerse siempre alerta, con los ojos y oídos dispuestos para aprovechar la mínima ocasión que se presenta de cazarlas al vuelo. Esto no lo enseñan en la facultad, es imprescindible el entrenamiento diario y el afán por conseguir una exclusiva o una primicia, no por vanidad o engrandecimiento personales sino porque en eso consiste una parte esencial de nuestro trabajo: ofrecer una información nueva que aporte un conocimiento diferente al que ya poseía el destinatario de la noticia.

Y cuando apelo a una nueva información, me refiero a una exclusiva o una primicia, dos términos distintos que, por lo general, no suelen usarse de un modo correcto. En la primera, el periodista obtiene unos datos que no han conseguido sus compañeros. La ofrece como excepción al resto. La segunda se da cuando una determinada noticia se hace pública por primera vez. En ambos casos, el periodista que las consigue puede considerarse un privilegiado. Pero no es fácil lograrlo y mucho menos aún en el caso que les voy a narrar debido a la enorme dificultad que entrañaba que Esperanza Aguirre asintiera a compartir conmigo sus conocimientos acerca del tema más controvertido, hoy por hoy, de nuestra existencia en la polis global. Se trata de una materia reservada, un asunto tan secreto que todos los que lo conocen a fondo declinan hacer declaraciones al respecto. Me refiero al Club Bilderberg.

Extracto del libro El Club Bilderberg. Los amos del mundo

Entrevista a Esperanza Aguirre realizada por Cristina Martín Jiménez

Por mis investigaciones previas, sabía que la ex presidenta de la Comunidad de Madrid había asistido a las reuniones anuales de Bilderberg, el ultraexclusivo club reservado únicamente a las elites mundiales, una institución desde la que sus miembros trabajan sin pausa para dirigir y controlar cada aspecto de nuestras vidas. Pero ver cumplida mi ambición de que ella misma me lo confirmase cara a cara era complicado, pues jamás un miembro español de Bilderberg le había confesado un periodista: es cierto, yo estuve allí.

Mi entrevista con Esperanza Aguirre ocurrió a finales del año 2004. Unos meses atrás, el hermético club había elegido la ciudad italiana de Stresa para celebrar sus bodas de oro. Se trataba de una cita especial, pues habían pasado cincuenta años desde aquella sesión inaugural en los espléndidos salones del Hotel Bilderberg, donde el fallecido príncipe Bernardo de Holanda dio la bienvenida a las personas más influyentes del mundo financiero y político occidental. Una vez más, el ya clásico y tradicional desfile de limusinas negras que transportaban en su interior a los bilderbergs, desdibujó el horizonte italiano mientras los lugareños asistían atónitos al increíble despliegue policial y militar que irrumpió en el tranquilo paraje.

Aguirre conocía de primera mano esta estampa y, sorprendentemente, en contra de todo lo esperado, ella misma me confirmó su asistencia a las reuniones: “He estado en dos ocasiones, cuando era presidenta del Senado. Me invitó Matías Rodríguez Inciarte (vicepresidente del banco Santander)”. Me quedé pasmada. Sí, era cierto. En contra de todo pronóstico la ex presidenta acababa de confirmarme que había asistido a las reuniones de Bilderberg. Increíble.

Superada la sorpresa inicial que me produjo, me apresuré a aprovechar la inesperada ocasión que ella me brindaba para continuar preguntándole. Aún no era consciente del todo, pero estaba hablando cara a cara con Esperanza Aguirre de su participación en Bilderberg.

— ¿Qué temas trataron en esas reuniones a las que usted asegura haber asistido? —le interrogué.

— Eso ya no puedo decírselo, señorita, porque ellos son muy discretos —me respondió con una naturalidad pasmosa sin perder esa sonrisa que la caracteriza.

Una vez frente al ordenador, en el proceso de análisis de sus declaraciones, advertí que la ex presidenta había utilizado la palabra clave: “discretos”, la misma que una y otra vez repiten los bilderbergs para defenderse de las acusaciones de conspiradores en la sombra, y que han tomado directamente de los masones. Aguirre dio unos pasos hacia delante, haciendo ademán de marcharse y dar por terminado nuestra entrevista. Pero, en contra de lo que parecía, retrocedió y me hizo una gran revelación, una confidencia que no había leído ni escuchado antes en ningún sitio:

—Lo que sí puedo comentarle es el rito que utilizan en las reuniones: sólo te permiten hablar durante un minuto; transcurrido ese tiempo se enciende una luz roja en la sala que indica que tu momento ha terminado. Es muy gracioso, se parece a los métodos utilizados en algunos programas televisivos —expresó sonriente—. Hayas acabado o no de exponer lo que querías, ya no puedes decir más.

Me quedé atónita. Aguirre se permitía bromear acerca de los métodos organizativos del club. Su voz me rescató de mis pensamientos.

—A mí, como soy de la letra A —continuó—, me tocó hablar cerca de Giovanni Agnelli (fallecido en 2003) y de un portugués muy gracioso del que ahora no recuerdo su nombre. Se reía mucho porque le dije: ‘Me he leído su currículum’. Y él me miraba asombrado: ‘¿De verdad se ha leído mi currículum?’. Y nos reímos mucho.

Aventuro que la condesa consorte se refería al doctor Joaquín Feitas do Amaral, fundador del partido CDS portugués y miembro del Opus Dei. En este caso, estaría rememorando su asistencia a la reunión celebrada en Sintra, cerca de Lisboa, entre los días 3 y 6 de julio del año 1999. En esa cita coincidió con la Reina Beatriz de Holanda, pero su homóloga española no asistió.

¡Un solo minuto! ¡Un minuto glorioso! Pocas veces la expresión “el tiempo es oro” ha adquirido mayor sentido que en las reuniones secretas de los gobernadores globales. Quedé impresionada ante la revelación y, además, supe, gracias a ella, que antes de las reuniones se reparten los currículos de los asistentes. Después de concederme estas primicias periodísticas, la ex presidenta quiso apuntar otros detalles:

—También puedo decirle que no está permitido llevar escolta.

—Entonces, ¿cómo y con quién llegan hasta el lugar de destino? —le pregunté.

—Ellos te recogen en el aeropuerto y te llevan directamente hasta el hotel. La escolta no está permitida, pero sí los palos de golf.

Con este último apunte, la dimisoria me lanzaba un guiño lleno de complicidad, pues ante estas declaraciones no albergo dudas de que ella daba por sentado que, como investigadora de los amos del mundo, yo conocía que uno de los ritos más intrínsecamente bilderberianos no es otro que jugar al golf. Por ello es imprescindible que el hotel que acoge el cónclave disponga de un campo para practicar el elitista deporte. Ser una golfista extraordinaria supuso una herramienta de lo más útil que, sin duda, Aguirre usó con maestría para relacionarse con los globalistas. El fin de semana previo a su dimisión, quedó segunda en el torneo senior de golf más prestigioso de España. Yo continué preguntándole.

—Apunta que la invitó Inciarte. ¿Qué pensaba que usted podría aportar a la reunión?

—Eso no podría decírselo, pregúnteles a Rodríguez Inciarte y a Jaime Carvajal.

El financiero Jaime Carvajal y Urquijo, conocido por su discreción y su íntima amistad con el Rey Juan Carlos, es miembro del Sttering Committee o Comité Directivo de Bilderberg, el órgano que elabora la agenda de los temas a tratar en cada encuentro, así como la distinguida y exclusiva lista de invitados.

Esta vez, Aguirre comenzó a caminar por el pasillo con paso firme hacia adelante, dejando claro que la entrevista había terminado, así que probé con una última pregunta. Su indudable decisión de marcharse hizo que yo tuviera que alzar la voz para que me oyera:

— ¿Le gustó la experiencia de asistir a Bilderberg?

La política más carismática y destacada de nuestra historia reciente no dudó un segundo y, girándose hacia mí, sentenció:

—Me encantó.

Esperanza Aguirre me concedió esta exclusiva en las que incluyó algunas primicias. Haciendo gala de su independencia, ella es la única participante española de Bilderberg que ha tenido la osadía de compartir sus impresiones con una periodista.

Cristina Martín habla sobre su entrevista con Esperanza Aguirre en Cuarto Milenio

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¡Apaguen esa porquería!

Nos gusta ver televisión pero, ¿podemos escoger libremente que ver? Cuando la encendemos y nos desagrada todo lo que nos proponen para ver, si no cambiamos de canal es porque no hay ninguno más y, a veces, hasta nos vemos obligados a apagarla. Entonces, ¿qué tipo de libertad estoy ejerciendo en esos casos? ¿Existe la democracia en televisión?

Siempre he pensado que, a lo largo y ancho de sus días en la Tierra, los grandes genios han vivido momentos de insoportable soledad. Y si aún no te has parado a meditarlo, imagina una mente portentosa, capaz de adelantarse a su tiempo y a los avances científicos o espirituales de la época. Cerebros dotados para entender cuestiones fuera del alcance de un ser humano tan común como tú o como yo, para inventar artilugios o elaborar teorías que a sus coetáneos les parezcan poco más que las excentricidades de un loco. Hago un esfuerzo por vislumbrar la insobornable impotencia y la rabia del almirante Cristóbal Colón cuando trataba inútilmente de convencer a empresarios y reyes de que había un camino más corto para llegar hasta las Indias. Intento ponerme en la angustiada piel de Galileo Galilei cuando profundizaba en la visión de Copérnico y se debatía entre las tinieblas de la  incomprensión al revelar la luz de la teoría heliocéntrica. Quizás fue en un momento de desesperación, ante la risa sarcástica de algún rival o tal vez de una persona muy cercana, cuando Albert Einstein afirmó: “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Siempre he creído que una persona puede estar muy equivocada en unas creencias u opiniones y muy acertada en otras y voy a poner un ejemplo muy concreto. El historiador e investigador español Ricardo de la Cierva, ex catedrático de Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad de Alcalá de Henares, es vilipendiado y ridiculizado por muchos debido a su trabajo como jefe del Gabinete de Estudios sobre Historia en el Ministerio de Información y Turismo durante el régimen franquista. No voy a entrar a valorar esto porque me desviaría del tema al que pretendo llegar. Lo que quiero decir es que quizá sea un facha, que no es la cuestión que estoy abordando, sino que su trayectoria política no desacredita en absoluto su brillante y prolífico trabajo de investigación masónico. Aquellos que lo prejuzgan por su ideario político y como consecuencia declinen leer sus obras, se pierden un conocimiento muy preciado que nadie más podrá brindárselo, ya que su trabajo es único y singular. De todos se aprende.

Otro ejemplo. Miembros de su propia familia, como su nieta Paloma o alguna ex, han demonizado la personalidad del inclasificable Pablo Picasso, tachándolo de sádico, egocéntrico, narcisista y maltratador psicológico. Y, pese a todo, eso no resta un ápice a su genialidad artística.

Prosigamos. No estoy de acuerdo con algunas acciones del presidente de la República de Ecuador, Rafael Correa. Pero no puedo restarle nada de razón cuando calificó como “porquería” el programa televisivo de la peruana Laura Bozzo ordenando al director de la cadena que cesara la emisión. Míralo; es muy corto:

 

 

Y aquí, la respuesta de Laura Bozzo:

 

 

Era de esperar que la presentadora se mostrara indignadísima, pero como Periodista que soy no le voy a pasar por alto esta afirmación que acabas de escuchar:

“No hay institución más democrática que la televisión. La gente decide si es una porquería y si lo ve o no lo ve”.

¡Por favor! Repito, como Periodista, estoy cansada de oír que la audiencia elige lo que quiere ver en televisión. Es decir, la consabida sentencia “si un programa tiene audiencia es porque a la gente le gusta y lo ve, si no lo tiene muy fácil: que cambie de canal” es una gran mentira que repetida mil veces se ha convertido en una verdad. Nos gusta ver televisión pero no es cierto que podamos escoger libremente. Cuando la encendemos y nos desagrada todo lo que nos proponen para ver, si no cambiamos de canal es porque no hay ninguno más y, a veces, hasta nos vemos obligados a apagarla. Entonces, ¿qué tipo de libertad estoy ejerciendo en esos casos? Piensa en el programa, serie, documental, concurso o película que te encantaría ver cuando te arrellanas cómodamente en tu sofá tras un día de estresante trabajo. Si yo pudiera escoger, elegiría ver programas en los que a los políticos no se les hiciera la cama sirviéndoles en bandeja de plata las preguntas que ellos desean responder. Esta situación suele darse en las televisiones públicas, donde el político invitado es el jefe de una determinada administración: desde un alcalde a un presidente de gobierno, pasando por los presidentes autonómicos, sus portavoces y toda su cohorte. Pero no es exclusiva de un ente público sino que también se da a diario en las cadenas privadas. Cada una de éstas suele apoyar a los representantes del signo que más predomine entre su accionariado. Si gustas, entro más al trapo con nombres y apellidos, aunque estimo que es del todo innecesario, ya que a estas alturas sabes muy bien de qué sabor es el bacalao que se sirve en cada cocina (entendida ésta como el lugar donde se cuecen las noticias antes de servirlas a la mesa en la que degustas tu deliciosa comida frente al televisor).

Si pudiera elegir libremente, lo que vería cada noche serían documentales de ufología donde se investiga la huella de los dioses con un rigor científico fuera de toda duda. Me sentaría en mi mullido sillón de oreja, cogería el mando a distancia y pondría un programa de investigación en el que una parapsicóloga, dotada con la sagacidad de Sherlock Holmes, iría desmontando uno por uno los fraudes que comenten aquellos tuertos que se convierten en reyes en el país de los ciegos. Si yo pudiera elegir libremente, me engancharía a una serie de humor sarcástico en la que un viajero del tiempo descubre al fin lo que se esconde dentro de los agujeros negros y va cambiando el mundo a su antojo, protagonizando gamberradas para espanto de su madre, que no transige con sus insolentes ocurrencias y lo castiga enviándolo a la era de los dinosaurios para que se convierta en un hombre de provecho. ¡Menuda es esa madre! Ah, bueno, a veces también le gusta ser un bienhechor y en un capítulo transportará a Hitler hasta el infierno, donde conoceremos el verdadero rostro del mal. Nada de cuernos y cola ni olor a azufre. El infierno es un lugar muy refinado, como Satanás, que hará su aparición estelar vestido de Armani, con una copa de champán francés en la mano y aires aristocráticos, que para eso es un ángel supremo.

No.

«La televisión no es una institución democrática. La audiencia no es soberana».

«En TV no eliges de forma libre, ves el programa que menos te incomoda, no el que te gustaría ver».

Elige uno de entre un número determinado y de una variedad muy limitada que no siempre es de su agrado.

Y en mi caso concreto, os cuento que yo sí quiero ver la televisión, pero no la enciendo porque sé que no me va a gustar lo que emiten. De modo, que no puedo ejercer mi libertad en este ámbito.

Apagar la televisión no es un acto de libertad, en el caso de que te veas obligado a hacerlo.

«La mayor falacia de la televisión es afirmar que desconectar la caja tonta es ejercer la libertad».

La verdad es que me siento obligada a hacerlo al no poder elegir libremente lo que quiero ver.

Uno de las causas de que el mundo ande tan perdido es que no sabe realmente qué es la libertad. Ahora bien, yo sí puedo ver lo que quiero cuando pago, cuando me abono a un canal de suscripción, al satélite digital, etc. Resulta que la libertad sale cara, como siempre.

Que nos guste ver televisión no significa que podamos ver lo que nos gusta. Son cuestiones parecidas pero muy distintas.

 

Tengo curiosidad: ¿qué te gustaría ver en la televisión?

Y a todo esto, ¿piensas que el programa de Laura Bozzo es una porquería?

 

Posdata:

“Un gran número de personas piensan que están pensando cuando no hacen más que reordenar sus prejuicios”. William James, (1842-1910.  Filósofo estadounidense, profesor en la Universidad de Harvard y fundador de la psicología funcional).