Presentación de Perdidos Los planes secretos del Club Bilderberg en Salteras

Presentación de ‘Perdidos. Los planes secretos del Club Bilderberg’ en Salteras

El 23 de abril, Día Internacional del Libro, presenté ‘Perdidos. ¿Quién maneja los hilos del poder? Los planes secretos del Club Bilderberg’ en la VIII Semana del Libro de Salteras.

En un día tan especial para los escritores y los lectores no podía faltar a la cita. Parece mentira que casi diez años después de presentar mi primer libro, ‘El Club Bilderberg. Los amos del mundo, siga sintiendo un cosquilleo nervioso en cada nueva presentación, conferencia o encuentro con vosotros.

No sabéis qué responsabilidad y qué satisfacción siento al saber que muchas personas quieren conocer mi obra.

En Salteras, primero compartí con los asistentes un poco de mi propia historia, de cómo me sentía cuando era estudiante de Periodismo en la Universidad de Salamanca y cuándo fue la primera vez que oí hablar sobre los amos del mundo.

A mí me gusta más escribir que hablar, así que uno de mis momentos favoritos en las presentaciones es cuando proyecto diapositivas para que los asistentes participen. Os encantan las fotos de los personajes que son o han formado parte del Club Bilderberg.

El príncipe Bernardo de Holanda, el alma máter Rockefeller (todos os mostráis impacientes ante la llegada de su fotografía), la reina Sofía, Esperanza Aguirre y algunos más son los nombres que aparecieron ayer. Pero no los voy a desvelar todos por si venís a futuras presentaciones. Aunque lo que más me gusta es que nunca hay dos conferencias iguales, jamás cuento lo mismo. Imagináos la cantidad de información que posee después de una década de investigaciones.

En referencia a Esperanza Aguirre he advertido que os gusta que cuente mi anécdota con ella, de cómo no me concedía entrevistas para hablar sobre Bilderberg hasta que un día coincidió que ella estaba en el plató de la empresa en la que yo trabajaba y tuve que camelarme a sus guardaespaldas para abordarla y hacerle una entrevista.

Y ya voy a cerrar la boca. Para saber más tenéis que venir a la próxima. Muchos me transmitís vuestra ilusión de estar conmigo en una conferencia, pero la distancia física nos separa. Pero hoy tengo una sorpresa para vosotros. ‘Veciños Por Lugo’ ha organizado mi conferencia de esta tarde, a la que he titulado ‘La democracia contra el poder’ y ¿sabéis qué? ¡La van a retransmitir en directo a través de este canal!:

https://www.youtube.com/user/FUNDACIONTIC

La democracia contra el poder. Cristina Martin Jimenez. Club Bilderberg

Y otra sorpresa, será traducido simultáneamente a lenguaje de signos para que los sordos también sepan cómo es en realidad el mundo y qué es lo que han hecho y están haciendo los miembros del Club Bilderberg.

Os esperamos a las 20.00 horas. A quienes estéis en esta bella ciudad gallega, en el Salón de actos de la Diputación Provincial de Lugo. Y a los demás en el canal https://www.youtube.com/user/FUNDACIONTIC

Espero que os guste y los que queráis podéis llevaros ‘Perdidos’ firmado, como muchos se lo llevaron ayer en Salteras. Para ellos, el Club Bilderberg cada vez es un poco menos secreto. O discreto, como les gusta decir a los amos del mundo.

Si quieres estar más informado sobre estos temas te invito a descargar gratis el primer capítulo de “Perdidos, ¿quién maneja los hilos del poder? Los planes secretos del Club Bilderberg”. Y si tu interés se acrecienta también puedes comprar Perdidos.

Besos.

Cristina Martín Jiménez

¿Para qué sirve una libélula?

Érase una vez un músico que dijo en una entrevista: “Mientras haya un niño que le arranque las alas a las libélulas, seguirán existiendo las guerras”.

Antes de que leyera y reflexionara sobre esta sabia sentencia, las libélulas ya me resultaban fascinantes. Mi hermana y yo las observábamos hipnotizadas sobrevolar la alberca verde y resbaladiza de mi abuelo, donde nos bañábamos los veranos de nuestra niñez. Y nunca se nos ocurrió arrancarle un ala a ninguna porque eran seres hermosos, perfectos. Confieso que intentábamos cazarlas. Nos acercábamos sigilosas por detrás y cuando tenían sus apéndices multicolores unidos en alto apretábamos nuestros dedos diminutos como tenazas y las apresábamos dando saltos y lanzando gritos de victoria como danza ritual. Sabíamos que no les causábamos daño alguno porque luego las posábamos en nuestros índices y allí permanecían durante unos segundos eternos mirándonos con sus ojos enormes y curiosos. Creo que sentían la misma atracción y afecto por nosotras. Sin duda, era un sentimiento mutuo.

Mi hermana y yo también jugábamos a cazar mariposas, pero esa afición duró poco, realmente hasta el día en que mamá nos descubrió y nos echó una bronca que no olvidamos jamás. ¡No se tocan las mariposas!- gritó furiosa al tiempo que se transformaba en un ogro deforme. Y siguió clamando a los cielos mientras nos explicaba el motivo sagrado e irrevocable que nos llevó a disfrutar de los insectos más majestuosos de la creación tan solo mirándolos.

Tocar a las mariposas las conducía directamente a la muerte, pues al cogerlas, según entendimos a mamá, el polvo fino de sus alas quedaba impregnado en nuestros dedos y ya no podían volar nunca más.

Aquella revelación nos inquietó para siempre y decidimos no ser cómplices de una catástrofe irremediable. Queríamos disfrutar de la belleza, no asesinar a nadie. Porque una mariposa que no vuela, muere.

Volar. Era eso lo que nos fascinaba de las mariposas y las libélulas, seres fabulosos que surcaban los aires libremente, sin prisas, sin miedo, deteniéndose en la flor más apetitosa, en la gota de agua más atrayente. Nos habría encantado ser hadas y, en realidad, lo éramos porque teníamos nuestra propia forma de volar. Fue un regalo que nos enseñaron nuestros padres poco tiempo después de nuestra llegada a la Tierra. Mi hermana y yo pasábamos tardes y noches enteras tocando, abriendo, acariciando unas alas mágicas que nos transportaban por el mundo entero. Éramos capaces de alcanzar las galaxias más lejanas y los planetas más extraordinarios. Surcar los mares bravos, atravesar las tormentas sanguinarias y regresar a casa con vida. Y estas aventuras de iliada eran posible cuando agarrábamos entre nuestros dedos una clase de alas muy especial con perfume a madera: las hojas de los libros.

No recuerdo ningún instante de mi vida que no haya estado rodeada de libros. Papá es un devorador de páginas y la mayoría de las paredes de casa están revestidas de un color muy singular, el de los tomos que como un camino de baldosas amarillas nos conduce a los mundos más fabulosos. Mamá siempre recuerda que antes de que yo aprendiera a leer inventaba historias con los dibujos de los cuentos. En mi particular camino de baldosas amarillas los zapatos rojos de Dorothy eran mi imaginación.

dia del libro cristina martin jimenez club bilderberg (2)

En los libros encuentro lo que nadie me da. Ellos contienen y completan lo que me convierte en persona: el pensamiento, la reflexión, la comprensión de otras realidades a mil grados de distancia de la mía. Los libros son mi paz. El descubrimiento. La revelación.

Y cuando escribo existo en la mayor plenitud inimaginable. Me como la vida, la saboreo, la escupo, la mastico. La cincelo, la alabo hasta el punto extenuante de la adoración. Escribir es vivir y morir en el mismo instante eterno. Disolverte en el polvo del tiempo y volar a un cosmos que aún no se ha inventado. Crear es uno de los mayores dones humanos. Pero todo don tiene su lado oscuro, su parte de condena. Los escritores solo somos pobres locos solitarios que si queremos seguir vivos no podemos dejar de luchar contra el monstruo que habita en lo más tenebroso de nuestra cueva. A veces quieres morir, morirías cuando no puedes escribir y no sabes solucionarlo.

El don es un abismo en penumbra, lleno de claroscuros barrocos.

Si el escritor no escribe está muerto. Como la mariposa que pierde el don de volar. El escritor necesita sentirse vivo cada día. Necesita tener mil vidas dentro de sí mismo, mil personajes que vomitar en las páginas blancas de un libro infinito. Virginia Wolf se suicidó. Poco antes de morir, Kafka pidió que quemaran toda su obra. Vicent van Gogh se cortó una oreja y, al igual que Nietzsche, acabó en un manicomio. El monstruo terminó devorándolos.

Pobres condenados a quienes los cielos señalan con un don. Se pierden en sus tinieblas interiores durante los días, durante los siglos que no pueden dominarlo. El monstruo engulle sus entrañas y se relame de placer. Pero ¡oh, misterio! Cuando todo explota alrededor, cuando el malvado cíclope desaparece y queda a solas con sus mundos, emerge el don. En realidad no es suyo, no son ellos, es un ente extraño, a veces es su mejor aliado; a veces, el adversario más feroz.

Y así es como los escritores pasamos nuestros días: luchando para llenar de polvo de hada las hojas, para que el monstruo no nos devore, para que los niños conozcan a las libélulas y para que nunca dejen de volar las mariposas.

Porque el día en que todos los niños sostengan frente a su nariz y contemplen con curiosidad a una libélula, dejarán de existir las guerras.

¡Feliz Día del Libro!

dia del libro cristina martin jimenez club bilderberg (3)

El texto está registrado en Safe Creative y en el Registro de la Propiedad Intelectual. Puedes compartirlo citando la fuente de procedencia (www.cristinamartinjimenez.com) y el nombre de la autora.