Izanami e Izanagi: Amor y muerte - Hijos del Cielo

La Era de los Dioses. Capítulo sobre Japón en «Hijos del Cielo»

El Cielo, Ame [1] en japonés arcaico, es el tema central de las crónicas escritas más antiguas de Japón, que narran desde la creación del mundo hasta los primeros gobernantes. Si en China el emperador es el Hijo del Cielo, en Japón se le llama el Soberano Celestial. La palabra en japonés es 天皇, Tennō, donde la grafía 天 significa Cielo/dios, como la sumeria . En el Japón actual, los mitos fundacionales no se consideran una banalidad, sino un tesoro patrimonial que es protegido por el Estado. Puesto que la familia imperial desciende de los dioses «de arriba», pronto se preocupó de dejarlo por escrito.

La religión nativa de Japón, el sintoísmo, que realmente no es una religión sino su historia antigua, nos cuenta la vida cotidiana de una era en la que convivían los dioses y los humanos. Su Edad Antigua se divide en dos etapas: la Era de los Dioses Kami (神代, Kamiyo o Jindai) y la Era de los Tennō. El Kojiki (古事記), la Crónica de los acontecimientos antiguos, fue dictado en el año 712 al escriba real Ō No Yasumaro (太 安万侶, Futo no Yasumari no Ason) por la narradora Hieda no Are. Esta guardiana de la memoria prehistórica transmitió un relato oral que había pasado de generación en generación hasta acabar siendo escrito en el siglo viii, en chino clásico, aunque algunas grafías contienen el sonido del japonés antiguo (Yamato kotoba). Ocho años después se redactó el Nihon Shoki (日本書紀) o Crónicas de Japón. A los dos libros conjuntos se les llama Kiki (記紀). Ki es la palabra sumeria para Tierra.

El Kojiki se divide en tres partes. La primera la protagonizan los dioses primigenios e invisibles que dan forma a la creación; en la segunda, una serie de divinidades desciende del Cielo para fundar una estirpe en la Tierra bajo el aliento de los primeros. Y en la tercera se narra la aparición de la Humanidad y las hazañas de sus primeros gobernantes. Poco a poco, con el paso del tiempo, en el texto, los humanos parecen olvidar a los dioses y las interacciones entre los dos grupos se vuelven infrecuentes. Como las crónicas antiguas de todas las civilizaciones, el Kojiki y el Nihon shoki comienzan con el relato de la creación del Universo y la división de la materia primordial en dos partes bien diferenciadas: el Cielo y la Tierra. El génesis está liderado por los tres dioses de la creación:

Ame-no-minaka-nushi-no-kami 天之御中主神

Takami-musubi-no-kami タカミムスビ

Kami-musubi-no-kami カミムスビ

El primero es tanto el Universo como su origen. Takami-musubi-no-kami continuó su trabajo y dio forma a la vida. Y Kamimusubi-no-kami siguió completando los trabajos precedentes. Una vez terminados, decidieron ocultarse. Los tres juntos se llaman Zouka Sanshin (造化三神) y representan, de forma sintética, el Big Bang (o lo que le precedió) con sus distintas fases, que dieron origen a la vida y a la formación del Universo.

De ellos surgieron siete generaciones de parejas divinas [2]. La última es la de los esposos y hermanos Izanagi e Izanami, que tuvieron el privilegio de observar el caos primigenio desde el Puente Colgante del Cielo, el Ama-no-uki-hashi, que conecta lo de arriba con lo de abajo. Desde esa plataforma agitaron las aguas primordiales que todo lo rodeaban, como relataron los sumerios, y crearon la mitológica Onogoro Shima, que podría traducirse como «Isla de Autocongelación», concepto que resulta intrigante. En el contexto de los datos del relato, la deducción lógica para mí es que se trataría de una astronave gigantesca al estilo del arca de Noé contemporánea, la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, el búnker subterráneo bajo las nieves heladas de Noruega, donde se guardan todo tipo de variedades de cultivo de la tierra en previsión de que un posible conflicto global que lo devaste todo. Existen otros refugios que atesoran la genética humana. Por otra parte, se prevé que la criogenización, que ya es posible en células y órganos, sea una realidad en el año 2080 para un cuerpo humano, que tal vez pueda ser conservado antes de la muerte y «resucitado» cuando la medicina haya avanzado.

Lo que sí deja claro el relato es que la «Isla de Autocongelación» se encontraba en los Cielos y que allí mismo se pusieron a procrear.

Luego, cuando preguntó [Izanagi] a su hermana Izanami No Mikoto: «¿Cómo está formado tu cuerpo?», ella contestó: «Mi cuerpo se hace y se hace, pero hay un lugar que no acaba de hacerse». Entonces dijo Izanagi: «Mi cuerpo se hace y se hace, pero hay un lugar que se hace en exceso. ¿Qué te parecería si metiera el lugar de mi cuerpo que se hace en exceso en el lugar de tu cuerpo que no acaba de hacerse y generáramos países?». Izanami respondió: «¡Será bueno!». Entonces dijo Izanagi: «En tal caso, tú y yo daremos una vuelta a esta Augusta columna Celestial y nos encontraremos y nos uniremos conyugalmente». Juraron hacerlo, y él dijo: «Ve tú hacia mí por el lado derecho y yo iré hacia ti por el lado izquierdo». Anduvieron alrededor de la columna según lo prometido, e Izanami No Mikoto habló primero: «¡Oh, qué buen muchacho!». A lo cual Izanagi contestó: «¡Oh, qué buena muchacha!».

El siguiente paso del matrimonio divino fue descender desde lo alto, es de suponer que en el Onogoro Shima, hasta Yamoto, el antiguo Japón. Tras el descenso de Izanagi e Izanami a la Tierra, el relato esconde en su simbología toda una revelación de hechos mediante palabras y sucesos encriptados que durante siglos únicamente manejó un clan de mujeres, las chamán-miko. Y es que no solo los emperadores descienden de los dioses celestiales que se emparentaron con la Humanidad y dieron paso al gobierno de los Tennō, sino que también provienen de ellos las chamanas y las contadoras de historias, las guardianas del conocimiento y la memoria. El libro Kojiki expone el linaje divino de la familia imperial y de otros clanes nobles, así como el de las sacerdotisas de la corte en tiempos del Soberano Celestial Temmu. Ame no Ozume es la fundadora ancestral del clan de las contadoras de historias, las kataribe, que protegían los secretos ocultos en las palabras mágicas, pronunciadas como conjuros o utilizadas en los cuentos, cuya simbología plena solo ellas conocían. Mediante la gracia divina, el poder de las palabras pronunciadas por ellas transformaba los comportamientos humanos, de los dioses y los demonios, y modificaba el curso de los acontecimientos en los tiempos ancestrales.

Durante la tradición oral prehistórica, el poder en Japón lo poseían las mujeres. Ellas eran las diosas, las madres, las sacerdotisas, las chamanas, las adivinadoras del futuro, las visionarias del pasado, las únicas que se comunicaban con los espíritus de los muertos… Pero con la llegada de la escritura, el poder y la sabiduría antigua fueron transmitidos a los hombres. En la historia que ellos escribieron, el papel desempeñado previamente por las mujeres en el inicio y en el desarrollo de las primeras civilizaciones fue olvidado y usurpado por los nuevos clanes de sacerdotes. Pero esta vulneración de los hechos no es exclusiva de Japón.

Actualmente, los académicos están demostrando que las pinturas de las cuevas rupestres y los ritos primigenios fueron realizados por mujeres. Ellas fueron las primeras depositarias de los secretos de los Hijos del Cielo. Ellas fueron las elegidas. Esta sintética frase del Antiguo Testamento, «Cuando los hijos de los dioses se casaron con las hijas de los hombres», demuestra que el escriba no tenía interés alguno por detenerse en los detalles y contar esa historia antigua en la que las mujeres eran las verdaderas protagonistas. La de la Biblia es una era masculina.

 

recorre las culturas milenarias de Sumeria, India, China, Japón, Grecia, Roma, México y Perú y las conecta con la actual Era Espacial.

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[1] Es un cognado de la sumeria An. En árabe, madre se pronuncia ame y se escribe أم.
[2] Estos números, 3 y 7, coinciden con los manejados en Sumeria y en la Biblia posterior.
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